Comentario
Centro singular de gravitación e irradiación de lo plateresco es Salamanca, cuya nueva Catedral, punto de referencia para toda la arquitectura religiosa, se acomete en 1512 con trazas enteramente góticas. Los nuevos aires se dejan sentir primero en construcciones de carácter civil, pasando de inmediato a contaminar todas las creaciones artísticas. Tímidas y dispersas son aún las aplicaciones decorativas de la Casa de las Conchas -obra de tipología y apariencia medieval-, con motivos laureados en las ventanas y en las enjutas de su muy gótico patio, cuyas columnas se trajeron al parecer de Italia. Pero es en la portada de la Universidad, obra capital de nuestro Plateresco, donde se aprecia un espíritu de renovación que refleja la emergente cultura humanística. El planteamiento estructural obedece todavía a modelos tradicionales, en una disposición colgada sobre dos puertas escarzanas y rematada con una adornada crestería de flameros y pináculos, y viene a configurar un notable tapiz, cuajado de grutescos y formas a candelieri, de interesante valor iconográfico y en el que la trama y la orla son góticas y la labor renaciente. Son muchas e irreconciliables las lecturas que se han hecho de esta fachada parlante, supuestamente concebida por el erudito Fernán Pérez de Oliva, cuyos bustos, escudos, efigies y figuras mitológicas expresan cuando menos la tutela real (Los reyes a la Universidad y ésta a sus reyes, reza la leyenda griega del clípeo de los monarcas) y la noción de la Universidad como casa de la virtud, de la armonía y de la ciencia. Interesantes son también la ornamentación de la escalera, con relieves que reproducen motivos clásicos o estampas flamencas, y los antepechos de la galería alta del patio, con inconexos jeroglíficos del amor, de la templanza o el triunfo del tiempo, tomados de la "Hypnerotomacchia Poliphilii".
De carácter colgante es también la decoración de la portada de las Escuelas Menores (1533), sobre un doble arco de perfil gótico y análoga en motivos y plasticidad al cuerpo alto de la fachada universitaria. La solución surge en el devenir de los enmarcamientos con alfiz a entablamentos sostenidos por adornadas pilastras mensuladas (casas Solís, Maldonado Morillo, etc.), que en ocasiones mantienen una molduración gótica (convento de las Dueñas). Ejemplo excepcional es la portada de la iglesia de Sancti Spiritus (1541), desprovista ya de resonancias goticistas -excepto en pequeños doseletes- y pródiga en imaginativos grutescos y relieves.
Artista destacado es Juan de Alava, discípulo y continuador de Juan Gil en la catedral nueva y primer arquitecto de don Alonso de Fonseca III, cuyo mecenazgo acoge a muchos de los más importantes arquitectos del momento (Rodrigo Gil, Covarrubias, Silóe, Luis de la Vega). Alava, en realidad Juan de Ibarra, se mantuvo como siempre en el más acrisolado goticismo (catedral de Plasencia, iglesia de San Esteban y capilla del colegio del arzobispo Fonseca, en Salamanca) pero nos ha dejado excelentes muestras de una utilización fluida de formas renacentistas en fachadas y portadas: en su salmantina Casa de las Muertes, ajustándose a los principios compositivos y formales de la tradición local, con cierta profusión, usando de las pilastras como bandas; y en la portada de la sacristía compostelana, con mayor sentido italianizante, bajo una inspiración cuatrocentista. Muy distinta es la ordenada y sobria fachada del Colegio compostelano de Fonseca (1532), cuya definición plástica y estructural permite pensar en Diego de Silóe, lo mismo que el llamado Colegio de los Irlandeses salmantino, excepto la capilla.
Pero es en el convento de San Esteban, de Salamanca, donde el artista -a quien sucedió fray Martín de Santiago- da rienda suelta a su particular retablística y adornada concepción de las portadas, con una monumental estructura compartimentada en cuerpos y calles, bajo un poderoso arco casetonado, delimitando una superposición de arcos en la calle central (puertas y relives) y de repisas y doseletes con imágenes en las laterales, prolongadas por los contrafuertes, con notorio espíritu gótico y cierto abigarramiento. La labor, malograda luego en el tercer cuerpo, no quedó concluida hasta el siglo mi. El mismo Alava resolvió con mejor acierto y variedad este esquema en la portada norte de la catedral de Plasencia (1522-1558), entre también adornados contrafuertes, que es soporte de un dilatado y algo confuso programa iconográfico de carácter cristiano, entre grutescos e interpolaciones históricas y mitológicas. Por su variedad de elementos y profusión decorativa no difiere gran cosa de la salmantina, pero su equilibrio estructural -al margen de la hontañonesca adición del cuerpo alto- se aproxima ya a las formulaciones del estilo ornamentado. No ocurre así en la portada de la sacristía (h. 1513), donde los elementos vegetales, figurativos y agrutescados no dejan tregua, en una plana composición de articulación afín a la burgalesa puerta de la Pellejería.
Obra excepcional de espíritu plateresco es el claustro irregular del convento de Las Dueñas, en el que se desarrolla un extenso ciclo de medallones con bustos cristianos, que lo significan como vía veritatis, y cuya doble galería de henchidos capiteles incluye en el cuerpo alto zapatas de inflamada y abisal decoración grutesca. La calidad de las formas tiene que ver con la decoración del inconcluso palacio de Monterrey, obra de Rodrigo Gil de Hontañón, acometida en 1539 por encargo del tercer conde de este título, en la que el prolífico arquitecto se remonta a modelos torreados de la tradición castellana y despliega en el cuerpo alto una galería de arcos escarzanos, que retomará en otras obras de carácter civil. Las formas agrutescadas, bullentes y carnosas se enseñorean de la adornada crestería, de los frisos, de los vanos y de chimeneas de inspiración francesa- Y hay aspectos dignos de consideración, como la simetría angular de los vanos, el desarrollo de éstos y la definición de pilares y columnillas. Con tales ingredientes, resulta difícil hablar de criterio manierista en un arquitecto que, por lo demás, es el último y mejor exponente de la vitalidad del Gótico. Muy distinta es la no menos adornada y más armónica fachada de la Universidad de Alcalá de Henares (1539-1553), cuyo equilibrio estructural y adecuación a la propia conformación general del edificio ha movido a pensar últimamente en una mayor contribución de Luis de la Vega, y entra ya -como las portadas de Santiago de los Caballeros (Medina del Campo -y de las Bernardas (Salamanca)- en el capítulo del estilo adornado. En el aspecto figurativo, con participación de numerosos entalladores (Jamete, Claudio Arciniega, Juan Guerra), se sigue un programa cristiano con impostaciones mitológicas en el que se ha querido ver un tono erasmista acorde con la personalidad de Fonseca.
Alejada de los centros de significación artística, y aunque orientada en cierta medida hacia Toledo, Extremadura aparece en el siglo XVI en lo arquitectónico como una prolongación de lo salmantino, que se concreta incluso en obras de marcado carácter gótico, como la cacereña iglesia de Santiago. A la presencia de Enrique de Egas como arquitecto de la catedral de Plasencia, y la poco determinante de Francisco de Colonia, hay que unir las de Juan de Alava y Rodrigo Gil de Hontañón, en parte en el mismo templo, y la ya más estable. de Pedro de Ybarra, hijo de Alava, que sería Maestro mayor de la catedral de Coria y de la Orden de Alcántara. Por lo que se refiere a la presencia de las formas renacentistas, lo más destacable es lo realizado por Alava en la catedral placentina, y de no menor sentido plateresco es la puerta meridional, asignada a Silóe y realizada también para don Gutierre de Vargas Carvajal, con un imaginativo segundo cuerpo de anticlásica articulación, cuajado de grotescos y doseletes y con una ventana-hornacina colgada. Su verticalidad parece señalar que su razón es ante todo servir de decorativo nexo entre la siloesca portada inferior y la ventana. Esto mismo ocurre aún en la extraña solución que concibió Ibarra para la portada de la, catedral de Coria, en la que sucedió a los Solórzano y Bartolomé Pelayos ya en la segunda mitad de siglo.
Acomodado en tierras extremeñas, Ibarra mantuvo siempre el hacer paterno, dotando de elementos platerescos a algunas de sus muchas construcciones goticistas (capilla del Comendador Piedrabuena, San Benito de Alcántara). Otras obras platescas significativas hay en la iglesia de la Consolación de Azuaga, con resonancias manuelinas, más frecuentes en Badajoz, o en las parroquiales de Almendralejo y Los Santos de Maimona. Mas la influencia temprana de lo salmantino se deja ver ya en la portada del palacio de los Golfines (Cáceres), con su alfiz escalonado enmarcando los vanos centrales y crestería con flamencos. Con él comienza la transformación facial de la arquitectura civil extremeña, que termina por adquirir gran unidad y desarrollo (Trujillo, Cáceres, Plasencia), en una sobria reordenación de los elementos tradicionales -el material pétreo empleado dificulta la labra menuda-, con portada de amplio dovelaje plano, a la que se añaden ciertos elementos renacentistas, cabezas simbólicas y motivos heráldicos, enfatizando su valor emblemático. Lo singular de lo extremeño es que estas fachadas palaciegas, dotadas con frecuencia de vanos esquinados, continuaron desarrollándose sin otra modificación que una creciente aparatosidad hasta entrado el siglo XVII, por razones endogámicas y el afán de emulación de la pequeña nobleza rural y urbana.